sábado, 3 de noviembre de 2012

RE-SIGNIFICANDO IDEAS...

       Se me vienen a la memoria distintos momentos de mi infancia. Y es casi imposible no incluir a la televisión en esos recuerdos. A la mañana bien temprano, antes de ir a la escuela, miraba Sailor Moon. A la tarde miraba Chiquititas. Ni hablar de las pelis de Disney. Y a medida que fui creciendo también me atrapaban las novelas “de los grandes” y me encantaban Los Simuladores. 



En fin, la televisión es un medio de comunicación que forma parte de mi vida y –creo- que también lo es para (casi) todos los niños. En mayor o menor medida, los niños transitan distintos momentos del día en los que interaccionan con este aparato. Y esto es un hecho que preocupa a la sociedad actual. Existe una idea generalizada de que la televisión es sólo un medio de entretenimiento y diversión así como también un transmisor de violencia. 
En realidad debemos comprender que la tele, si bien puede ser eso y muchas otras cosas más, también es un espacio educativo. Aunque no lo pretenda (o al menos no explícitamente) ha estado educando a varias generaciones. En palabras de Guillermo Orozco Gómez, “la televisión constituye, nos guste o no, el fenómeno mediático-cultura-educativo mas importante de los últimos tiempos”. Sin embargo, hay que considerar que el sujeto receptor no se enfrenta a la transmisión televisiva con la mente en blanco, sino que posee una serie de significaciones, ideas, actitudes, valores, etc. Como diría Freire en relación con el concepto de educación bancaria, el niño no es un receptáculo vacío en el cual debemos depositar contenidos. No es un mero decodificador de lo que en el mensaje puso el emisor, sino que se lo considera productor de significaciones.
Existen mediaciones que, valga la redundancia, van a mediar el proceso receptivo. Mediaciones: cognoscitiva (en relación a los conocimientos previos a esa recepción), cultural (referente a las características de la sociedad en la que el sujeto se encuentra), institucional (tanto la familia como la escuela cumplen la función de producir sentidos y significaciones). De estas mediaciones me interesa profundizar, los aspectos en torno a la mediación familiar y la escolar.
Por empezar diremos que la familia es el primer ámbito socializador del niño y como tal, produce significaciones que dejan una huella imborrable en el sujeto. (De niña) mis papás utilizaban la televisión como mecanismo de dominación. Es decir, la posibilidad de ver la tele estaba condicionada por mis actividades escolares y deberes del hogar. Solamente podía mirar la TV si terminaba de hacer toda la tarea. De más está decir que para mí esta situación era totalmente injusta. ¿Por qué no podía ver chiquititas? –Cuando termines de ordenar tu pieza podes ir a ver Chiquititas- y las posibles salidas a ese conflicto eran dos: o metía todo (literalmente) adentro del placard y  cerraba la puerta para que no se caiga; o cuando terminaba de ordenar “correctamente”, la novela ya había finalizado. Qué injusta que es la vida!


La utilización de la tele como castigo o recompensa, fijar la hora de ir a dormir, entre otras, forman parte de las estrategias que utilizan las familias para mediar la relación entre el niño y la tele.
Por su parte la escuela trasmite –explícita o implícitamente- su postura frente a la televisión y esto es aprehendido por los niños, (lo que no quiere decir que ellos “sigan” la línea que posee la institución.
Sin embargo, como hemos dicho anteriormente, la televisión es un fenómeno (mediático-cultura-educativo) muy importante, por lo cual se hace necesario (casi urgente) formar sujetos críticos y creativos que logren una mejor interacción con la televisión (así como también, con los otros elementos mediáticos). La pedagoga mexicana Buenfil sostiene que (sería interesante que) “a partir de una práctica de interpelación, el agente se constituya como un sujeto de educación activo incorporando de dicha interpelación algún nuevo contenido valorativo, conductual, conceptual, que modifique su práctica cotidiana en términos de una transformación o en términos de una reafirmación más fundamentada”. Por eso es fundamental la postura que tonemos -y la intervención que realicemos- como formadores de sujetos críticos y pensantes activos, frente a los medios de comunicación.
Favorecer el aprendizaje a partir de una situación dialógica, no de imposición o autoritaria. Y como sostiene Freire, lograr la emancipación. Y (en palabras de Guillermo Orozco) es a través de la visión que tienen los sujetos de la televisión y de la visión que tienen de su mundo, que se va buscando una comprensión cada vez más crítica e integral que permita al sujeto arribar a un estado mayor y mejor entendimiento de él mismo y de su propio mundo, con la esperanza de transformar ambos en un sentido emancipatorio. Y lograr liberarse de esas opresiones simbólicas que tienen que ver con significados, reduccionismos estereotipos o manipulaciones de la información sobre ese mundo nuestro, que hacen (con impunidad) los medios de comunicación.
Entonces, ¿De qué manera podemos favorecer una “lectura crítica” de los niños hacia los medios? Nuestra principal función es hacer uso de la televisión de manera tal que represente para los niños una situación de aprendizaje significativo. Traer al aula “eso” que los atrapa y los interpela y resignificarlo en el contexto de la realidad y la cotidianeidad.

1 comentario:

  1. Muy bueno Karina! Articulás tu propia experiencia de televidente infantil con los conceptos teóricos más importantes de la materia. Lo hacés de manera fluída y contundente. Armaste unas lindas viñetas que acompañan el escrito y le agregan nuevos sentidos.
    Quizás, sobre el final, cuando reflexionás sobre la escuela como mediación podrías haber retomado alguna de las actividades realizadas en las clases de la materia como ejemplo ¿no?
    Nada más. Un placer leerte.
    Saludos

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