Se me vienen a la memoria distintos momentos de mi infancia.
Y es casi imposible no incluir a la televisión en esos recuerdos. A la mañana
bien temprano, antes de ir a la escuela, miraba Sailor Moon. A la tarde miraba
Chiquititas. Ni hablar de las pelis de Disney. Y a medida que fui creciendo
también me atrapaban las novelas “de los grandes” y me encantaban Los
Simuladores.
En fin, la televisión es un medio de
comunicación que forma parte de mi vida y –creo- que también lo es para (casi)
todos los niños. En mayor o menor medida, los niños transitan distintos
momentos del día en los que interaccionan con este aparato. Y esto es un hecho
que preocupa a la sociedad actual. Existe una idea generalizada de que la
televisión es sólo un medio de entretenimiento y diversión así como también un
transmisor de violencia.
En realidad debemos comprender que la tele,
si bien puede ser eso y muchas otras cosas más, también es un espacio
educativo. Aunque no lo pretenda (o al menos no explícitamente) ha estado
educando a varias generaciones. En palabras de Guillermo Orozco Gómez, “la televisión constituye, nos guste o no,
el fenómeno mediático-cultura-educativo mas importante de los últimos tiempos”.
Sin embargo, hay que considerar que el sujeto
receptor no se enfrenta a la transmisión televisiva con la mente en blanco,
sino que posee una serie de significaciones, ideas, actitudes, valores, etc. Como
diría Freire en relación con el concepto de educación
bancaria, el niño no es un receptáculo vacío en el cual debemos depositar
contenidos. No es un mero decodificador de lo que en el mensaje puso el emisor,
sino que se lo considera productor de significaciones.
Existen mediaciones que, valga la
redundancia, van a mediar el proceso
receptivo. Mediaciones: cognoscitiva (en relación a los conocimientos
previos a esa recepción), cultural (referente a las características de la
sociedad en la que el sujeto se encuentra), institucional (tanto la familia
como la escuela cumplen la función de producir sentidos y significaciones). De
estas mediaciones me interesa profundizar, los aspectos en torno a la mediación
familiar y la escolar.
Por empezar diremos que la familia es el primer ámbito socializador del niño y como tal,
produce significaciones que dejan una huella imborrable en el sujeto. (De niña)
mis papás utilizaban la televisión como mecanismo de dominación. Es decir, la
posibilidad de ver la tele estaba condicionada por mis
actividades escolares y deberes del hogar. Solamente podía mirar la TV si terminaba de hacer toda la tarea. De más está decir que para mí esta
situación era totalmente injusta. ¿Por qué no podía ver chiquititas? –Cuando termines de ordenar tu pieza podes
ir a ver Chiquititas- y las posibles salidas a ese conflicto eran dos: o
metía todo (literalmente) adentro del placard y
cerraba la puerta para que no se caiga; o cuando terminaba de ordenar
“correctamente”, la novela ya había finalizado. Qué injusta que es la vida!
La
utilización de la tele como castigo o recompensa, fijar la hora de ir a dormir,
entre otras, forman parte de las estrategias
que utilizan las familias para mediar la relación entre el niño y la tele.
Por su parte la escuela trasmite –explícita o implícitamente- su postura frente a la televisión y esto
es aprehendido por los niños, (lo
que no quiere decir que ellos “sigan” la línea que posee la institución.
Sin embargo, como hemos dicho anteriormente,
la televisión es un fenómeno (mediático-cultura-educativo) muy importante, por
lo cual se hace necesario (casi urgente) formar sujetos críticos y creativos
que logren una mejor interacción con la televisión (así como también, con los
otros elementos mediáticos). La pedagoga mexicana Buenfil sostiene que (sería
interesante que) “a partir de una
práctica de interpelación, el agente se constituya como un sujeto de educación
activo incorporando de dicha interpelación algún nuevo contenido valorativo,
conductual, conceptual, que modifique su práctica cotidiana en términos de una
transformación o en términos de una reafirmación más fundamentada”. Por eso
es fundamental la postura que tonemos -y la intervención que realicemos- como
formadores de sujetos críticos y pensantes activos, frente a los medios de
comunicación.
Favorecer el aprendizaje a partir de una
situación dialógica, no de imposición o autoritaria. Y como sostiene Freire,
lograr la emancipación. Y (en palabras de Guillermo Orozco) es a través de la
visión que tienen los sujetos de la televisión y de la visión que tienen de su
mundo, que se va buscando una comprensión cada vez más crítica e integral que
permita al sujeto arribar a un estado mayor y mejor entendimiento de él mismo y
de su propio mundo, con la esperanza de transformar ambos en un sentido
emancipatorio. Y lograr liberarse de
esas opresiones simbólicas que tienen que ver con significados, reduccionismos
estereotipos o manipulaciones de la información sobre ese mundo nuestro, que
hacen (con impunidad) los medios de comunicación.
Entonces, ¿De qué manera podemos
favorecer una “lectura crítica” de
los niños hacia los medios? Nuestra principal función es hacer uso de la
televisión de manera tal que represente para los niños una situación de
aprendizaje significativo. Traer al aula “eso” que los atrapa y los interpela y
resignificarlo en el contexto de la
realidad y la cotidianeidad.


Muy bueno Karina! Articulás tu propia experiencia de televidente infantil con los conceptos teóricos más importantes de la materia. Lo hacés de manera fluída y contundente. Armaste unas lindas viñetas que acompañan el escrito y le agregan nuevos sentidos.
ResponderEliminarQuizás, sobre el final, cuando reflexionás sobre la escuela como mediación podrías haber retomado alguna de las actividades realizadas en las clases de la materia como ejemplo ¿no?
Nada más. Un placer leerte.
Saludos